Al Jazira: ANKI - KUDURRU (2)
El, dios de la Edad del Toro de Ugarit (Ras Shamrá, Siria). Plural: Elohim (Elvim): "Los dioses".
An-Ki: “Cielo-Tierra”, en sumerio: El universo, el conjunto de lo existente y su representación más clásica, el kudurru: Una piedra, cilíndrica y redondeada en su cima, como una bóveda celeste, axis mundi (eje del mundo) elaborado en la durísima diorita, piedra volcánica que ha conservado su mejor herencia, como el Código de Hammurabi.
Kudurru, licencia catastral sumeria
El objeto, de dimensiones que varían entre 40 y 120 cm., recuerda, no en vano, la tiara real de Mesopotamia, Egipto y Persia, así como los lingams, símbolos de la sexualidad masculina, del brahmanismo indio. En realidad la tiara simboliza la virilidad o el propio falo, pero si lo concebimos en lo exterior ya que, concebido al interior es, desde luego, símbolo del sexo femenino. Y también, por si fuera poco, es la montaña sagrada: Kur, donde habita la “Madre de la montaña pura”, Ninhursag, en ocasiones la misma Inanna y, en otras, una manifestación como “señora del parto” o Nintu. Bajo este monte cósmico se encuentra el Kigal (Gran Tierra), el infierno donde habita Ereshkigal, su señora, otra faz de la misma diosa Madre.
Kur es, como montaña, origen de Ki, la tierra, y de Ur, la tierra llana, la tierra cultivable. Así, Súmer, para los sumerios era Ki-En-Gi (Kengir), donde Ki es tierra, Gi es vida y alegría, y, En, señor: algo así como “La tierra feliz del señor”. En los kudurrus se representaban los dioses desde la cumbre a la base en franjas horizontales, de forma que los tres primeros, en la cima del cilindro, son el sol (Utu-Shamash), como un disco de ocho rayos; En-Zu o Sin (Señor del Saber), la luna, como un cuarto creciente; y la diosa Inanna- Ishtar, como una estrella de seis rayos: el planeta Venus. El comienzo no tiene nada de extraño, son los tres astros más brillantes del cielo.
Después aparecen, en franjas paralelas, Anu, Enlil y Enki-Ea, con el símbolo de Tiamat, la constelación de Capricornio, surgiendo del templo, Ekur o “casa montaña” de su vencedor, el primer San Jorge: Ea, el Enki ,“Señor de la tierra”, de los sumerios.
Sumerio ENKI: "Señor de la Tierra", acadio EA: "Casa del Agua"; el Júpiter sumerio-acadio, hermano de Enlil: Saturno, antiguo líder de la trinidad sumeria: Enlil, Enki, Inanna: Saturno, Júpiter y Venus.
Anu se escribía mediante el amelu (ideograma) de una estrella y originariamente era el símbolo del fuego (Agni, leído “Añi”). En el kudurru no se diferenciaba de Enlil, su principal hijo en Súmer, “Señor de la casa del viento”, que era el dios de la tempestad, el viento y el destino, cuyos atributos, el rayo, el trueno y, sobre todo, la lluvia, le conferían un aspecto más lejano y temible, símbolo adecuado para acabar representando, en todo el mundo cultural asiático, a la casta de los guerreros, los kshatriyas hindúes, fuera como Teshub o Telipinu entre los hititas y los hurritas,Varuna indoescita, Indras védico o Shiva brahamánico; Adad o Marduk acadios o, entre los semitas de Ugarit (Ras Shamrá), El y su hijo y rival Baal Aleyan, el Baal o Bel Shamash, “Señor Rey (o Pastor) Mago” de Palmira, Baalbek y Biblos.
Ambos, Anu y Enlil, padre e hijo, figuran como un templo con el árbol sagrado de la vida, granado, ciprés o cedro, encima, como los míticos jardines colgantes, con siete ramas a cada lado y forma cónica, de gran semejanza con las tiaras reales de los reyes aqueménidas (parsis), arsácidas (saces o partos) y sasánidas (turco-escitas) posteriores.
Después Marduk, hijo y heredero de Ea, pues Akkad y Assur, el norte semita -o dinastías de origen extranjero, como gutis o guteos, hurritas o cassitas, indoeuropeas-, dominarán militarmente, imponiendo sus dioses y ancestros como la tierra renueva sus retoños sobre los cadáveres de sus hijos muertos.
Sabemos de la superioridad de los arcos dobles y curvos de los amorreos (amurru, en acadio, nómada) que desde Akkad dominaron a los antiguos subarteos del imperio de Sargón de Agadé, y de su más que probable procedencia escita. Es un arco de doble curva (parecido a los desmontables actuales) que podía triplicar la potencia de los anteriores. Se llegó a construir de bronce y, ya en el primer milenio, los sármatas los llevaban de hierro.
Es el famoso arco de Ulises-Odisseus que sólo él sabía cómo calzar con su cuerda pues no hay fuerza humana capaz de doblarlo si se ignora cómo hacerlo (prueben si no lo creen). La manera, difícil de explicar con palabras, es pasando la parte inferior del arco, ya con la cuerda puesta en la punta inferior, entre las piernas y, haciendo palanca con la tibia derecha como eje, calzar con la mano derecha el extremo superior que se empuja con la mano izquierda muy rápidamente, en un tirón. Mejor que se lo muestre un arquero, no sea se quiebren la tibia...
Sabemos también que los cassitas, que ocuparon Mesopotamia a principios del segundo milenio - al mismo tiempo casi que los hicsos (“caudillos extranjeros”) ocuparon Egipto, aparecían los hurritas de Mitanni (“jinetes de carro de guerra” o “caballeros”) en el norte de Siria y los hititas asentaban su imperio en el centro de Anatolia-, se distinguieron por dejar en las lenguas vecinas su vocabulario de elementos del carro de guerra totalmente extraño hasta entonces. Y que representaciones protoescíticas como las pinturas rupestres de las cuevas de Djebel, en el actual desierto de Karakum, o en Shamay Tach, ya muestran extraños tipos conduciendo carros o arados tirados por bóvidos de largos y curvos cuernos más de 5.000 ane. Además los primeros caballos como los que hoy conocemos son originarios del corazón montañés de la Escitia: la Fergana.
Por todo ello es lógico que Marduk, “El ternero del sol” o “Hijo del sol”, asuma el papel que la antigua Inanna, diosa del amor y la guerra, transfirió primero a su hermana Ereshkigal, “Señora de la Gran Tierra” (el infierno), y luego ésta a su esposo, influencia de la hegemonía de los marjani o mitanni, “jinetes de carro de guerra” o “caballeros” hurritas, cuyos dioses principales eran los védicos Varuna (βαρανασι = 365), Indra (Ινδρασ = 365) y Mitra (Μειθρασ = 365)-. Así aparece Ne-Iri-Gal: “Señor de la Gran Mansión”, Nergal, Eris o Ares, nuestro Marte, señor de los guerreros, buen pastor de sus compañeros, los cazadores, el infierno y el planeta rojo.
El año solar de los pueblos indoeuropeos en la época clásica es ya de cuatro estaciones pero, como la quinta cabeza de Brahma que desapareció, hubo de muy antiguo un año de cinco estaciones, y cinco fueron también los fuegos del altar védico. También calendarios con años de tres estaciones lunares o de seis, como en la India actualmente... El sol y los demás astros cambiaban de nombre con cada estación y con el nombre su simbolismo.
En los años de una sola Diosa Madre, como veremos más adelante, las estaciones podían ser tres o cinco; los “años” de seis meses lunares más un mes extraordinario y sagrado; de diez meses lunares ó 300 días (Orión=300), contando cinco epagómenos o suplementarios que se usarían en general para cuadrar el calendario con los solsticios y los equinoccios. Los 65 días que faltan para completar el año solar se dedicaban a Agni (léase Añi), el dios del fuego de los indoeuropeos, cuyas letras suman exactamente 65 (A=1;G=4;N=50;I=10), y podían darse seguidos o divididos en dos períodos o meses, con el fin de cuadrar equinoccios y solsticios.
El primitivo calendario romano, anterior a la reforma del rey Numa y originario de las tierras de los inmigrantes indoeuropeos (troyanos, según Virgilio) que fundaron Roma, era de 304 días, como el que usaban los ilirios y los griegos de la Liga Doria, mal llamados “dorios”. Expone Graves que las tres tribus que formaban la Liga Doria eran la de los hileos, que adoraban a Herakles; los dimanes que adoraban a Apolo; y los pámfilos, que adoraban a Deméter. En realidad, (∆οριον = 4+70+100+10+70+50=304) Dorion es una de esas palabras iniciáticas que precisaban ser explicadas de maestro a discípulo, de druida a bardo, de sacerdote/isa a iniciado/a, de Guru a Bhakti.
Tenemos también los trece árboles del calendario lunar de trece meses, más las cinco vocales epagómenas correspondientes a otros tantos árboles y que R. Graves explicó con maestría en “La Diosa Blanca”, atribuido a unos antiguos griegos “pelasgos”, marineros. En el mito de Helios interpreta asimismo los 350 caballos de su propiedad – aunque es cierto que los años griegos fueron muy variables, oscilando entre 354, 355, 384 ó 385, según la duración de los meses complementarios - como los días de otro calendario. No obstante, debemos considerar que el nombre Helios, Utu o Shamash en Súmer y Akkad, no es tampoco el “original”, máxime cuando Nelios(Νελιοσ) suma 365, como el nombre griego del río sagrado, el Nilo (Νειλοσ= 50+5+10+30+70+200).
El, señor de la tormenta, esposo de Asherat y padre de Baal-Alayán: "Señor de los surcos del campo" y de la lluvia.
Con los atributos de Ereshkigal, Nergal toma también el relevo y el cetro, con dos cabezas de león, del antiguo dios de los cazadores y guerreros asirio, Ninurta: “Señor de la justicia”. Tras ellos, en el kudurru, el templo con el cálamo de Nabú, señor de los escribas y símbolo de Mercurio, protector de la segunda dinastía de Isin, la de Nabu-apal-iddin y Nabu-ku-du-rri-u-sur.
Siguiendo la lógica astronómica anterior, los astros más brillantes, después de Inanna-Ishtar-Venus, serían Júpiter y Saturno, seguidos de Marte y Mercurio. Tras ellos vendrían Sirio, Canopus, y las demás estrellas que hallaremos en las listas astrales de Hermes Trimegistos. Así pues tenemos un claro paralelismo mítico y un precedente fundamental a la hora de situar las auténticas dimensiones de Anu, Enlil y Ea-Enki: los mitos de Ouranos-Kronos y su castración, seguida de la aparición de los nuevos dioses olímpicos y antropomorfos, y de los hombres, como fruto de esa sangre derramada.
Sea como dáctilos o como curetes, como gallos y archigallos adoradores de Kibele-Cibeles (Ceres como protectora de las ciudades amuralladas), o como el rey de la vegetación que muere y renace en la fiesta de Akitu, cada equinoccio de primavera, la sangre perdurará hasta nuestros días como símbolo del sacrificio fecundador, y no sólo en la Al Jazira de los fedayines.
Anu sucedió a un muy arquetípico, andrógino y desconocido, tanto como temido y reverenciado, Alalu o Alalah, del que guardará el nombre aunque algunos mitos apuntan la existencia de diversos tipos de dioses primordiales: "ilu".
Aparte de los monstruosos (Tiamat o Ullikummi), aparecen 50 dioses primigenios o Hansha, que representan a su vez 50 Me o poderes ligados a la suprema potestad y a su paredro en la tierra, el rey. Especialmente en época cassita - Kazzi, cassita, es el mismo nombre que dan los árabes de hoy a los antiguos hititas- se encuentran himnos con parejas de dioses u hombres divinos, lo que podría ser influencia de los gemelos Natsayas, los asvins védicos, futuros Ormuz y Ariman. Son, por ejemplo, los de Anshar y Kishar (Todo el cielo y Toda la tierra), padres de An; Ashnan y Lahar, la agricultora y el pastor, como en el mito de Inanna, Dumuzi y Enkimdu, donde Enkimdu es el agricultor y Dumuzi, esposo de la diosa, el pastor, y todos los papeles han cambiado; o de los hermanos Enten y Emesh, invierno y verano, hijos de Enlil y héroes civilizadores, como Prometeo.
Después a Anu se le agencia una esposa, Antum, que es en realidad la única diosa que antes existía: Inanna, Ninni, Ninhursag, Mah, Gashan Mah, Dingir Mah: Madre, sublime, poderosa, suprema: la abuela, la madre y la hija: vieja, madura o joven, señora que da la vida y que la siega. Así Mami, Mah, será para los semitas de Ugarit, Fenicia o Palestina, Asherah, esposa de El, la Rea esposa de Kronos. Astarté, como Ishara (Ishtar-Inanna sin sus atributos guerreros) , diosa del amor que se figuraba como un escorpión, con idéntico mensaje poético-amoroso que las flechas de Eros y Anteros, hijos de Afrodita. Y la tercera cara de la diosa como Anat, amante de Adonis (el ruiseñor), la joven virgen que será Artemis (Αρθεμισ=365), Diana, o la indoeuropea Anahita (Αναγιτ=365): “la inmaculada, la pura”, Inanna o Ishtar en su papel todopoderoso de esposa del dios supremo que sucederá a la generación de Anu-El, su hijo Enlil-Baal-Teshup-Zeus, señores del rayo, la tempestad y la guerra en sus diferentes evoluciones históricas locales.
Así pues, Anu, Enlil, Kumarbi de los hurritas o El de Ugarit son, en el orden celeste, nuestro Saturno, Ouranos o Kronos (Ur-Anu: "Señor del Cielo").
El antiguo Dyaus Pita indoeropeo ("Cielo Protector", el Tangri turco-mongol) será Iúspater ( y Júpiter, Japeto o Jafet), Zeus, Yaué y Iaú (Ιαω: 11'8) o Ea, Adad, Teshub y Telipinu de los hatti, que en sus órbitas de 29’45 (Theoi: 29'4) y 11’8 años (Iaó: 11'8) respectivamente, vigilan el universo, alternando en brillo según su posición, cediéndose o arrebatando el dominio del cielo a los demás dioses, incluida la voluble Inanna-Ishtar-Anahita-Afrodita, el planeta Venus, tercer astro más brillante del firmamento... pero no siempre.
Carles Acózar i Gómez
Comentaris