Praemonitus, praemunitus

«Avisado, defendido» o «si te alerto, te defiendo», proverbio latino, origen del «quien avisa no es traidor» ibérico.

Respirar, bien o mal. Comer, bien o mal. Aprender, bien o mal. Vivir, bien o mal.

Y, desde el primer aliento: huerca justa y conocimiento veraz, para poder discernir entre bien y mal, mejor o peor; y libertad para elegir la senda, su paisaje y su paisanaje, con sus brisas, vientos y tempestades.

En Santiniketan, la escuela de Tagore, se enseñaba a los párvulos a respirar conscientemente, antes que cualquier otra cosa. Porque, si la voluntad controla la respiración, controla también el cuerpo y la mente. Y distingue entre el delirio, el deseo y el desapego, conociendo sus consecuencias.

Se pueden provocar la calma o la ira con el huelgo o el acezo conscientes, segregando endomorfinas o adrenalina en la sangre, a partir de la rítmica y pausa entre la inspiración, la suspensión, la expiración y otra suspensión del mismo tempo.

En castellano el huelgo es la forma más indicada para lo que relacionaríamos con las técnicas yóguicas de relajación. El huelgo es el aliento, respiración o resuello reposado y tranquilo, como la huelga es (era, por desuso) el espacio de tiempo en que uno reposa del trabajo; y holgar: descansar, tomar aliento tras una fatiga.

La técnica de meditación del budismo hinayana más venerada es la llamada vipasana, consistente en adoptar, si se puede, la postura del loto (piernas cruzadas y manos plegadas con los pulgares unidos en el regazo, rozándose por las puntas), y respirar con la atención fijada en las fosas nasales, y especialmente, en el aire que penetra y sale por ellas. Los ojos, cerrados o entornados, apuntan a la nariz, centro de la concentración en el propio aire, con la mente, si acaso aún lo precisa, fijada en algún mantram que ayude a seguir el ritmo adecuado.

Un mantram, o mahamantram, es una palabra o letanía breve, cuyo ritmo favorece un determinado tipo de respiración, sea el huelgo, el acezo, jadeo o fervor (del latín fervere y cast. Harbar; effervere, cast. ahervar), una forma de entusiasmo colectivo muy común en los antiguos rituales mistéricos y en las actuales sectas religiosas y políticas (o futbolísticas...), donde la individualidad se diluye en catarsis con la colectividad y se identifica con un todo trascendente: el atavismo tribal de muchas especies mamíferas. Los lobos, por ejemplo.

Esta técnica vipasana (que hizo popular el príncipe de los sakyas Sidharta Gautama, lo que era contrario a las estrictas normas del hinduismo pues sólo los brahmanes tenían el privilegio de enseñarlas y sólo a las dos castas superiores), es tan útil que el Manual de meditación cartujana (de los cartujos, monjes católicos), la describe y aconseja exclusivamente.

El mahamantram o gran mantram más sagrado y famoso es el A-U-M, muy mal conocido aquí como si fuera el Om de la letanía bon tibetana: Aum mani padne Om (mani: joya; padne: loto), que es lo que parece sonar cuando se pronuncia con la boca, como no se ha de hacer, sino con el paso natural del aliento por la tráquea.

Cada una de sus letras akâsha –según el Manava Dharma Sastra o Libro de la Senda de Manú- nombra a una de las tres fuerzas que mueven el universo: creación, conservación (amor) y destrucción, simbolizados como Brahma, fuerza demiúrgica y generadora (M), el Eros griego; Visnú, el conservador (U), cuyos avatares o manifestaciones se producen para preservar y renovar el universo y cuya primera encarnación o avatar fue en forma de pez; y Shiva, el destructor de lo caduco (A), el Indras de los vedas, el heleno Thanatos o el dorio e hitita Ziu y más tarde olímpico Zeus: el espaciotiempo danzante e implacable que todo lo engulle en el torbellino del acontecer, donde los ancestros habitan.

A la vez implican el control de los tres mundos: Prithivi o Phara: la tierra; Antariksha: la atmósfera (prana, energía que se respira); y Svarga: el cielo. Paralelamente une el yogui sus tres planos (o gunas: satwa, raja, tama: sabiduría, pasión, necesidad) a partir del control de su respiración, y con su conciencia centrada en el séptimo chakra, el “loto de mil pétalos”.
(En mong. Am: valle, paso, desfiladero).

Enseñó Manú (s. II ane):

(69): “Que el maestro espiritual (gurú), después de haber iniciado a su discípulo con la investidura del cordón sagrado, le enseñe primero las reglas de la pureza, las buenas costumbres, el mantenimiento del fuego sagrado y los deberes piadosos de la mañana, del mediodía y de la tarde”.

(74): “Que pronuncie (el discípulo) siempre el monosílabo sagrado al comienzo y al fin de la Santa Escritura; toda lectura que no está precedida de Aum se borra poco a poco, y la que no está seguida de esta voz, no deja huellas en el espíritu”.

(75): “Sentado sobre tallos de kusa (Poa cynosuroides), cuya cima esté dirigida hacia Oriente, y purificado por esta santa hierba que conserva en sus manos, purificado de toda mancha por tres supresiones de aliento, cada una de la duración de tres vocales breves, que pronuncie entonces el monosílabo Aum.



Kusha grass o Poa cynosuroides Retzius

(76): La letra A, la letra U y la letra M, que con su reunión forman el monosílabo sagrado, han sido sacadas de los tres libros santos por Brahama, el señor de las criaturas, así como las tres grandes palabras Bhur (tierra), Bhuvah (atmósfera) y Svar (cielo, sol)”.

(78): “Recitando en voz baja, mañana y tarde, el monosílabo y esta plegaria de la Savitri (Tat tvam asi: “tú eres éso”), precedido de las tres palabras (vyahvitis) Bhur, Bhuva, Svar, todo Brahmán que conoce perfectamente los libros sagrados obtiene la santidad que el conocimiento (veda) procura”.

(83): “El monosílabo místico es el Dios supremo; las supresiones del aliento, durante las cuales se recita el monosílabo, las tres palabras y la Savitri entera, son la más perfecta austeridad piadosa; nada está por encima de la Savitri; la declaración de la verdad es preferible al silencio”.

La Savitri (Tat tvam asi) es un mahamantram euforizante, estimulante del chakra que en la kundalini (médula espinal) corresponde a la glándula endocrina timo, cuyo estímulo favorece la creación de los leucocitos que protegen el sistema inmunológico.

Las vyahvitis (Bhur, Bhuva, Svar) forman un mahamantram extremadamente profundo, lento y de dificultosa pronunciación, que obliga a un mayor grado de concentración para su práctica. Bien dirigido y practicado, amplía la capacidad y potencia física y psíquica.

YOGA: UNION

Su principal objetivo es la consecución de yoga, de yug: unión del yo individual con el no-yo o ser absoluto, el cosmos como océano y el yo tal gota de agua consciente de su totalidad; la identidad de la hoja fundida en la conciencia de la esencia arbórea, de su identidad colectiva, universal.

Y esta unión llegó al castellano, desde el latín ioccare, con el verbo yogar que significa: “Holgar, especialmente en lo carnal”.

Es decir, la unión física y emocional, íntima, plácida, sensual y sensible. Lo que llaman los hinduistas Tantra yoga (“unión de las cuerdas”), las cinco cuerdas (Panchatantra) de los sentidos, del conocimiento y de la conciencia, sonando al unísono armónicamente con el instante, puestos en el acto inmmediato, en el presente continuo e infinito, más allá de la ilusión de un pasado y futuro que son sólo apariencias, sueños, recuerdos, ficción... ignorancia: maya, lyla, karma.

Cuando ni a respirar nos enseñaron nuestros gurús, ni menos a aprender, sólo a creer sumisamente en falsos dioses, es difícil esperar la súbita iluminación, el samadhi (“canto inteligente”) que simpáticamente, por vibración armónica, convierta a los leones en corderos y a los buitres en jilgueros.

Como han descubierto ahora en la católica Irlanda para su horror, y han sufrido en sus carnes miles de niños y niñas irlandeses, violados durante decenios en asilos y colegios, ante la indiferencia, complicidad y complacencia de curas, monjas, obispos, cardenales y autoridades políticas y policiales de Irlanda.

Aquí, como aún gobiernan y legislan, visten trajes co-hechos a medida de sus vicios e intereses, se permiten adoctrinar y moralizar con toda la indecencia, sostenidos por una cohorte de cómplices, hipócritas o/e ignorantes, cuyo karma implícito es que nunca conocerán lo que los antiguos poetas llamaron jardines del paraíso, el bienestar de la buena conciencia.

Vayan donde vayan, respiran el veneno tenebroso de su ambición, y el miedo a un universo hostil que ni pueden amar ni comprender. Porque, como hay una fuente de luz entre los ojos de todos, hay también un huerco, un lugar de pánico y terror, instintivo y atávico: y lo llevan dentro despierto, continuamente, a cada aspiración, hasta diluir su sino en la ciega tiniebla miserable del pavor.

Somos amantes por lo amado. Sabemos sólo lo aprendido. Vivimos según amamos, sabemos y aprehendimos, construyendo en el corazón paraísos de jardines, con arroyos de leche y miel, o eriales y desiertos de soledad y angustia, y recogiendo sus frutos a diario, alimentándonos a cada aliento con su dulzura o amargor, según los sembramos.

Y hay un sentimiento, llamado satchitananda desde hace miles de años, que nace como un canto, como una caricia, como un cosquilleo en el pecho, envolviendo el propio sosiego con el abrazo de todos los amantes que son y fueron.

Un sentimiento que libera porque conduce a una libertad para todos. Porque, si la verdad hace entes libres, aquello que esclaviza es siempre mentira, falsedad, impostura, injuria, injusticia, agravio, ofensa y violencia.

Y todo embustero es, pues: un aprendiz de tirano. Aún los trileros sin bolas.

« Enciende tu propia lámpara, haz silencio en tí, y escucha »: preamonitus, praemunitus...

Imagen:
lingam para el ritual shivaita de matrimonio. Museo Guimet, París.

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