Carnaval: las Lupercalias: el no tiempo

En el antiguo calendario romano, fundado por Rómulo, habían diez meses lunares, a los que Numa añadió Ianuarius y Fabruarius para acercarlo al año solar. El mes se dividía en quincenas: los idus correspondían a la luna llena y caían en los días quince de marzo, mayo, julio y octubre, y en día trece los restantes meses. En el mundo antiguo –neolítico- los meses se iniciaban en esa fecha, coincidente con equinoccios y solsticios.

Las kalendas correspondían a la luna nueva y eran siempre el primer día del mes, cuando el Rex Sacrorum (Guía de los sagrados), máximo sacerdote romano, celebraba ritos lustrales o purificatorios.

El mes de febrero, añadido con enero (ianuarius) al inicio antiguo, en el equinoccio de marzo, debía su nombre a los februa: “Los antepasados romanos daban el nombre de februa a los objetos que se utilizan en los rituales expiatorios. Los pontífices piden al Rex (Sacrorum, la más alta categoría sacerdotal romana) y al Flamen (Dialis, sacerdote de Júpiter) las “lanas”, que en el lenguaje de los antiguos recibían el nombre de februa. Los objetos de purificación que el líctor emplea para determinados casos, la escanda tostada con granos de sal (salsa mola), tiene el mismo nombre; idéntica denominación posee la rama que, cortada de un árbol purificador, cubre con sus hojas las castas sienes de los sacerdotes. Yo personalmente he visto a la esposa del flamen pedir las februa; a ella, que pedía las februa, se le entregó una rama de pino” (Ovidio, Fastos, II, 19).

La curiosa insistencia de Ovidio sobre las februa, la esposa del flamen (sacerdotisa de Vesta) y la rama de pino, atributo de Attis el siempre joven amante de Cibeles autocastrado en el ritual de primavera, útil para encender el fuego sagrado con sus zoquetes a la manera antigua (terebrare), frotándolos, sugiere que ocultaba algo muy importante para ciertos iniciados.
Jano bifronte como el año romano que se iniciaba en el equinoccio de primavera, con el sol en Aries, el sol representado como un carnero, asimilación del antiguo culto indígena mediterráneo a Pan-Phauno y las tres musas originales, señoras de la naturaleza y representantes de las tres edades como Gran Madre (Mater Megale), la posterior Ceres-Cibeles-Démeter olímpìca.

Estaba entonces Publio Ovidio Nasón desterrado en Tomis, junto al Mar Negro (Ponto Euxeinos: Mar Hospitalario y, después, Negro) que describe en sus Pónticas como el lugar más frío, inhóspito y salvaje del mundo conocido.
Los cultos getofrigios arcaicos, como los de Orfeo, Mitra o Taguimasadas, estaban allí vivos y en continua renovación, sin el monolitismo dogmático de los sacerdocios estatales, y aquella era la patria de la Hesthia antigua de los primeros escitas, cuyos tres colores eran blanco, rojo y negro.
“De estas februa toma su denominación el mes de febrero, bien sea porque los Lupercos (Luperci) purifican toda la población con sus tiras de cuero, y esto lo consideran un ritual expiatorio (Lupercalia), bien sea porque empieza después del período en que se han apaciguado las tumbas” (Parentalia).

Se iniciaban las Parentalia en los idus, el 13 de febrero, y duraban hasta el 22.
El 15, a otros quince de las calendas de Marzo: “La tercera aurora después de los idus contempla a los desnudos lupercos y comienzan las fiestas del bicorne Phauno (Pan). Decidme, Piérides (Musas, antiguas ninfas de Pan) cuál es el origen de estas ceremonias, y traídas de qué lugar llegaron hasta las moradas latinas”.
“Según cuenta (la musa Erato), los antiguos arcadios veneraban a Pan, dios de los rebaños... Pan era también allí el dios de las yeguas. Y recibía ofrendas por mantener a salvo a las ovejas. Evandro (Buen hombre) trajo consigo a esta divinidad silvestre... Desde entonces veneramos a este dios y celebramos los ritos traídos por los pelasgos”.

Eso ocurría cuando llegó Evandro desde Arcadia, región central del Peloponeso, a la selva que será Roma. Arcadicus significa tonto porque los arcadios eran famosos por la cría de sus asnos. El tirano Clístenes de Sikion había cambiado el nombre de los dorios pamfilios por el de oneatas, de onon, en gr. asno. Los sármatas yazigos o iazyges (de ia, iwn, ta: flecha, y qhgw: afilada: “flechas afiladas”), los Iaxamatai de Val. Flaco, eran parientes de aquellos arcadios. En húngaro Iazik es el bramar del asno (clocitatus: bramido del ciervo).
 

Descansaba Eneas en las riberas del Tíber, cuando el río se le apareció como un anciano de verdes vestiduras y guirnalda de “hojosas espadañas”, vaticinándole el hallazgo, ya augurado por el rey Eleno, de “una corpulenta cerda blanca, dando de mamar a treinta lechoncillos blancos como ella: habrás hallado el sitio en que has de edificar tu ciudad”, Lib. X; (lat. albi, gr. argi, leukoi: blancos).
Y tras dictar que treinta años después Ascanio fundaría Alba Longa, Tíber le aconseja buscar a Evandro el arcadio: ”Ascendido a media esfera el sol de fuego... Evandro vivía en pobreza entonces... Por suerte, celebraba el arcadio Evandro aquel día una fiesta solemne en loor de la progenie de Anfitrión (Hércules) y de los dioses, en una selva cercana a la ciudad... Un hijo que tenía, Palante, un hermoso grupo de mancebos y el noble senado de patricios pobres ofrecían incienso y sobre el ara aún la tibia sangre humeaba”.

Tras la mutua presentación, descubren sus ascendientes divinos comunes: Atlante, padre de Electra, madre de Dárdano, fundador de Troya y padre de todos los teucros o troyanos, era también padre de la ninfa Maya, madre de Hermes, nacido “en las heladas cumbres del monte Cilene”, el más elevado de la Arcadia: “Vuestro linaje y el mío arrancan de un mismo tronco”, dice Eneas, hijo de Ankises.
(Las más antiguas gens latinas, como Fabios o Cornelios, se creían descendientes de Aeneas de Ilion, protagonista de la Enéida de Publio Virgilio, trad. por primera vez al castellano por José Enciso Monzón, hacia 1500).

El culto del monte Cilene se asociaba a Hermes pero algunas leyendas le hacen padre del dios Fauno o Pan, con la hija de Dríope (Ojo-encina), y a éste se dedicaban las Lupercalia. Se le representa con cuernos de buco o carnero, y vientre y piernas caprinas, por lo que las “lanas”, a la manera de algunos rituales vascos, castellanos y catalanes de pastores, con grandes cencerros y ataviados con zamarras de lana basta –algunos de los cuales azotan o embadurnan a los asistentes a su discreción- serían una rememoración de las Lupercalia o de ritos muy antiguos y comunes a todas las culturas.
 

El folklorista catalán Joan Amades recogió, en su Costumari Catalá, una tradición llamada la Capta del llop (Colecta del lobo) de la Terra Alta (Tarragona) en la que un niño se vestía con la piel de un lobo: “Amb la testa (del lobo) damunt el cap, a tall de gorra, i les orelles ben erectes, una a cada costat. Acompanyat d’uns quants xicots, anava amb ells de casa en casa, i cantaven una cançoneta que deia: “Ací ha vingut lo llop, que no és viu ni és mort; ací lo llop ha vingut, que no és mort ni és viu” (Aquí ha venido el lobo, que no está vivo ni muerto, aquí el lobo ha venido, que no está muerto ni vivo).
Se les daba frutos secos y redorts, especie de rosquillas de pasteleria casera.
En el Vallespir y el Capcir, en la Catalunya francesa, existía un rito similar, pero con el niño vestido con una piel de lobo u oso. Hasta principios del siglo XX muchos vecinos de aquellas tierras vivían de la cría y del “baile del oso”, que se llevaba por ferias y fiestas, como en Asia Central y Mongolia.

En nuestro carnaval se funden algunos resquicios de este desorden cósmico, en el “no tiempo” previo al equinoccio de primavera y al renacer telúrico, aleados con restos de las Saturnalias del solsticio invernal, cuyas raíces con el dios Líber–Dionisos, los manes, lares y penates son igualmente notables.
En realidad se tratarían de las fiestas del principio y fin del invierno y del año, con el temor al gran frío soterrado bajo la imagen del “pánico” festivo causado por los iniciados de Pan, los Luperci, invocando los buenos auspicios de los ancestros. 


No olvidemos que antes del equinoccio, ya en el mes de Marte (padre de Rómulo y Remo con la virgen vestal Ilia o Rea Silvia), se celebraban las fiestas y juegos de Ceres-Cibeles, con la pasión sexual, muerte y renacimiento ritual de Attis, su anterior héroe-amante-rey anual, vencido y sacrificado al fin de su reinado, tras ser vencido en la lucha ritual en tiempos antiguos. Como también se sacrificaban doncellas a Ártemis-Diana (“Diosa Reina”), en su faz oscura, hasta que, para salvar a Ifigenia, hija de Agamenón (“conductor de los meses”) en la tracia Áulide, la diosa ofreció su animal totémico como pharmakos, la cierva:
“Pero yo pondré en las mismas manos de los aqueos una cierva cornígera que matarán, y luego se jactarán de haber degollado a tu hija”, Eurípides, Ifigenia.
Lo curioso es que sólo los renos hembras tienen cornamenta, y habitan al norte de Europa y Asia. “En Arcadia Fauno (Pan) tiene templos bajo la advocación de Lyceo.

Mujer casada, ¿qué estás esperando? No vas a ser madre gracias a hierbas todopoderosas, ni a plegarias, ni a encantamientos mágicos. Soporta con paciencia los azotes de una mano fecundante y muy pronto tu suegro recibirá el anhelado apelativo de “abuelo”, (Ovidio, Fastos). Tanto Ovidio como Plutarco o Tito Livio defienden la analogía entre Lupercus/Lycaeus, Lupercalia/Lycaea, lupus/lykos: lobo. Lykaios o Lycaeus (Liceo) era el nombre antiguo del monte Parnassos donde Pan-Fauno tenía su sede, y luego Apolo.
 

El Parnassos tenía una gruta, convertida en el santuario de Pan Liceo. El monte Parnaso, en la Fócida, era la sede de las ninfas de Pan-Fauno y después del dios de la sabiduría, el sol y el fuego, Apolo (Apollon), hermano de la sucesora femenina de la antigua y única Gran Madre, ahora Ártemis, Diana o Trivia.
Parnasia o Parnassia es, según Claudio, el nombre de una de las musas originales, como Arché: “la primera, principio, origen” (Cic.).
Archia (Hyg.) era hija del Océano (Tiamat o Tetis). Entre los asirios a Venus se la llamaba Architis (Macr.) y los mesenios llamaban a Palas Atenea-Minerva: Coryphasia.
Entre los arcadios Coria (gr. Koria) o Coresia era Minerva, la Ishtar, Astarté, Anat, Ártemis, Atenea o Anahita, y Koré o Cora, La Joven, era el sobrenombre de Proserpina-Perséfone-Ereshkigal, la diosa en invierno.
También se llamaba Camenas a las Musas, originalmente ninfas cuyos cantos profetizaban, y consagradas a Carmenta-Ancharia (Némesis).
 

La relación secreta de Apolo-hijo y Ártermis-madre-esposa-hermana se halla críptica en la fiesta mitraica de la Coracica sacra, en la que el iniciado (Córax-Corvus: Cuervo) se relaciona con el cesto (corbis) de los vires del toro, y con el iniciado eleusino, el corbulo: “el que lleva el cesto”.
El coccetum o cocetum era un manjar compuesto de miel y adormideras, tal vez el kykeon secreto. El río Halis o Halys, Marassanta hitita y actual Kizil Irmak (Río Rojo) de la antigua Bitinia (Frigia), Capadocia y Galacia, se llamaba también Coralius.
El monte Parnassos, Parnassus o Parnâsus, antigua residencia de los arcadios prelunares, guardaba la cueva Corycia (Korukion antron), la gruta o caverna de Corico que Heródoto sitúa en la falda del Parnaso, consagrada a las ninfas y Pan. Más tarde, tras la llegada de los indoeuropeos, Pan –el fáuno Marsias- cederá su puesto a Apolo, dios de la luz y el conocimiento, Sabio Señor del mazdeísmo, Ashshur de los asirios, Enzu o Sin de los armenios y sabeos, Telepinu de los hititas o Mitras, Tagimasadas, Yima, Yama, Hermes, Zoz...

El corycium nemus (Stat.) era la selva sagrada (ile, ide, lucus, nemus) que rodeaba el monte Parnaso. Corylus, en gr. korylos, es avellano, y Corybas, (para Cicerón hijo de Cibeles), es hijo de Core-Proserpina-Perséfone, hija de Deméter-Ceres: el invierno gobernado por Hades, el guerrero en reposo.
Los sacerdotes de Cibeles-Ceres, Señora de la Tierra y las Bestias, la diosa Berecintia, eran los quindecimviri (quince hombres), y también coribantes, y las Corybantia sacra eran las fiestas dedicadas a Zeus-Júpiter ya en Cnosa o Cnosos, capital de Creta (pfincipios II milenio ane.). 

En Cilicia (lat. Cilissa, Cilicia; gr. Kilissa), actual Turquía y patria de Mah Kubaba-Cibeles, había también un monte y una ciudad llamados Corycos o Corycus (Plin. Cic.).
Fue Kilix o Cilix, hijo de Agenor, quien le dió nombre. Apolo, como hizo antes el Zeus de los aqueos micénicos con el cetro de ciprés, adoptó los atributos de poder de la vencida antigua Gran Diosa, y la vara de ébano de Apia-Ebe quedó para los sacerdotes de Apolo y las Musas, equivalentes a los magos medos, brahmines hindúes o los sacerdotes de Ea-Ya en Eridú.
 

La Cortina era para Virgilio el oráculo de Apolo, y el trípode sagrado de su templo circular; también el velo o cortina con que se ocultaba el ritual.
Así, el primitivo nacimiento de Pan-Corybas, hijo de Cibeles, en una cueva, pasó a ser el lugar sagrado donde nace Mitra de la chispa del pedernal, o Apolo, guerrero lobo mil años antes, de la fricción de dos zoquetes de madera de pino, las februa.
Plinio llama taeda a todo árbol resinoso (pino, abeto) y Cicerón a la antorcha o tea, siendo para Ovidio la antorcha nupcial. Ello se relaciona pues con el muy antiguo culto de las Erinias, Cibeles-Attis y los reyes héroes estacionales.
Si Zeus, como Ares-Iaó-Hades-Dionisos, es el sol de los guerreros y representa sus cuatro funciones durante las cuatro estaciones, las Musas y Apolo eran las estaciones antiguas y los diez meses, de dorion: 304 en gematría, comunes para dorios y romanos.

“Las Lupercales, por el tiempo en que caen, podrían reputarse purificatorias, porque se celebran en los días nefastos del mes de febrero... y aún al mismo día los antiguos le decían februato.
El nombre de la fiesta para los griegos alude a cosa de lobos, y podría parecer que era antigua de los arcades que vinieron con Evandro; pero por el nombre puede ser de unos y otros, pudiendo éste haber dimanado de la loba, puesto que vemos que los lupercos toman el principio de sus carreras desde el mismo sitio en que se dice que Rómulo fue expuesto”.
Es decir, junto a la higuera Ruminal (del lat. ant. ruma: teta; Rumilia: diosa de la crianza infantil; Levana, de los recién nacidos; Cuba, la protectora del sueño de los niños; Educa, la que les enseñaba a comer...).
“Estando, pues, allí expuestos los niños (Rómulo y Remo, en la cueva Lupercal), cuentan que una loba (Luperca) les daba de mamar, y que un quebrantahuesos (gr. fene, feni) los alimentaba también y defendía. Esta ave se tiene por consagrada a Marte (de quien el lobo era emblema sacro) y los latinos la tienen en gran veneración y honor”, Plut., Róm., IV.
“Empiézase por matar algunas cabras; después, a dos jovencitos ingenuos que se les ponen delante, unos les manchan la frente con el cuchillo ensangrentado y otros los limpian al instante, para lo que llevan lana empapada en leche; y los jovencitos, luego que los limpian, deben echarse a reir. Hecho esto, cortan correas de las pieles de las cabras y, ciñéndose un simple taparrabos, se lanzan a correr desnudos golpeando con esos látigos a quienes encuentran en su carrera; las mujeres en edad de ser madres no hacen nada por evitar que se las golpee, convencidas de que esos golpes contribuyen a hacerlas fecundas y parir felizmente. Es también ceremonia singular de esta fiesta el que los lupercos sacrifiquen un perro” (Plu. Rom., XXI, 7).
 

El residuo del antiguo soma, filtrado por lanas y previo al corte del cabello ritual, así como la circuncisión “de la cabeza” y su limpieza con el mismo jugo, a la vez desinfectante, euforizante y sedante, conmemoran los antiguos rituales iniciáticos de los cazadores-guerreros.
Divididos por sexos –como en los antiguos juegos atléticos-, Apolo y su hermana Ártemis simbolizan a los dos vencedores entre todos los de su generación, el rey y la reina anuales.
Desde la gruta Lupercal, los Lupercos, desnudos y tapándose con lanas los genitales (¿para retener su orina?), corrían siguiendo el antiguo Pomoerium, la parte exterior del recinto amurallado primitivo de Roma, que se consideraba sagrado.
Siendo este recinto el antiguo lucus o bosque sagrado de la Triple Diosa, la tarea de los Lupercos sería la de los antiguos guardianes del soto sagrado, al acecho contra fieras o enemigos.
El chasquido de las tiras de cuero, látigo o azote, espanta muchísimo a los animales, de oído muy sensible, pues el látigo es la primera obra humana que supera la velocidad del sonido y ellos lo oyen como un estruendo.
 

Mitras también “nació en una cueva”: fue iniciado en los rituales marciales, bebió el soma y, tras visitar los cielos y los infiernos, es decir, enfrentarse a sus miedos subconscientes y dominarlos, fue hombre y, más tarde, vaquero sagrado: gopa. Es claramente el residuo de un muy antiguo –y escítico- ritual de iniciación de los jovenes guerreros y las núbiles niñas, considerado como una muerte (la espada ensangrentada que corta simbólicamente el cuero cabelludo), y el instantáneo renacimiento mediante la leche purificadora, como en los funerales que Eneas dedica al héroe troyano Polidoro:
“Hacinamos gran montón de tierra para su sepultura, levantamos altares a sus manes enlutados con ínfulas azules y negro ciprés, colocándose las troyanas alrededor, destrenzados los cabellos conforme al rito. Derramamos sobre ellos espumantes cuernos de tibia leche y copas de sangre de las víctimas sacrificadas; encerramos su alma (de Polidoro) en el sepulcro y con grandes clamores le dimos el último adiós” (III).
 

Tras el corte de pelo “funeral” de los púberes (corifeos, coribantes y curetes) renacen como guerreros-lobos, ya hombres y coronados con el corimbo o corona de hiedra.
La participación del Flamen Dialis junto al Rex Sacrorum es prueba de que se rememora un hecho previo al orden social, propio del no tiempo ancestral, pues en esa fecha el Dialis tenía prohibido incluso tocar cabras o perros (como Manú y los brahmanes) y ambos animales se sacrificaban en las Lupercalia.
 

Virgilio, en el libro I de las Geórgicas, canta: “Antes del reinado de Júpiter no había labradores que arasen los campos, ni era lícito acotarlos o señalar límites en ellos; todos los aprovechaban para su sustento, y la tierra misma daba espontáneamente y con más liberalidad que ahora, todos los frutos. El infundió en las negras serpientes nocivo veneno, mandó a los lobos tornarse rapaces, y al mar revolverse con borrascas... Entonces, por primera vez, el navegante (nauta) contó las estrellas y les puso los nombres de Pléyades, Híadas y brillante Osa, hija de Licaón. Entonces se inventó el apresar con lazos las alimañas, y se usó el engaño de la lira, y el rodear con perros los grandes bosques”.
 

De las Coracica sacra persas, dedicadas a Mitra, conocemos que se veneraban cuervos, perros y otros animales “hediondos”, es decir, los carroñeros que se alimentaban de los cadáveres que el mazdeísmo prohibía incinerar. Los huesos mondos se guardaban después en urnas.
Las cabras muertas, con cuya piel se hicieran Zeus y Atenea sus égidas o escudos, Apolo y Artemisa las cuerdas de sus arcos y Hermes su lira, lo habrían sido, en el pasado, cazadas por estos jóvenes lobeznos, armados sólamente con látigos y con hondas de cuero.
La piel de la que se cortaban las “tiras” rituales se llamaba amiculum Iunionis (de Juno-Vesta), a quien estaba dedicado el bosque sagrado (lucus) en que se levantó Roma, “desde lejanos tiempos respetado por el hacha”. A esta Juno se la llama Lucina (Virg. Lucila, las "cristianas" Lucía y Candelaria) y es la protectora del embarazo y parto, como la Nintud sumeria o la Ymai turca. Relacionada con lux, luz, Lucina está emparentada con el antiguo culto a las tres Nornas o Parcas, en el papel de Hesthia-Vesta, madre y comadrona. Ilia o Rea Silvia, hija de Numitor, hermano de Amulio, y madre de los gemelos Rómulo y Remo, fue destinada a vestal y virgen por su tío antes que Marte (o su tío Amulio vestido con sus armas) la violara.
También los escitas sacrifican un perro a los pies del rey, y otros nueve canes troyanos Aquiles a los pies de la pira de Patroclo.
 

Plutarco menciona que los griegos: “en las llamadas expiaciones, ofrecen cachorrillos; y emplean el rito de perisculaquismo” o sacrificio de perros. “Si esto se hace en memoria de Rómulo, no erradamente se mata un perro, como enemigo que es de los lobos”. Plut., Róm., XXI.
A Ino-Leukotea, la Luna o Diosa Blanca de tres faces: Diana-Venus-Juno, en su cuarta y oculta faz, la de Hécate o Juno infernal-invernal, se la invocaba por Trivia (tres caminos) y se la veneraba como diosa de las encrucijadas, función antigua que pasó a Hermes como consecuencia de la tradición de levantar ermas, troncos tallados, sobre la tumba de los fallecidos.
Ovidio mismo contempló, en su marcha al destierro, alguien que sacrificaba un perro en su honor: “Entrañas de perro he visto yo que ofrecían a Trivia”.
 

El sacrificio de canes no era extraño a las costumbres rituales romanas. En Delos había un lobo de oro consagrado al dorio Apolo. Comenta Ammiano Marcelino, al fin del s. IV dne. (22.8.38): “Donde se suavizan los montes Rifeos, habitan los aremfeos, pueblo conocido por su justicia y amabilidad, en torno al cual corren los ríos Cronio y Visula. Junto a ellos encontramos a los massagetas, alanos, sargetas y otros muchos pueblos desconocidos, de los que no nos han llegado ni sus nombres ni sus costumbres. A continuación, a una distancia nada despreciable, se abre el golfo de Carcinita, así como un río del mismo nombre y un bosque sagrado dedicado a Trivia, a quien se venera en esas regiones. A continuación el Borístenes, que nace en los montes Nervios”. Y esta es la tierra de las amazonas, los escitas que las desposaron, y su diosa Ártemis-Diana-Trivia: la luna, hermana de Apolo-Helios-Goitosiros.
 

Dice sobre las Lupercalia Plut.: “Se les ponen delante muchas mujeres de ciudadanos importantes, tendiendo las manos para que les golpeen en ellas, como suele hacerse en la escuela, convencidas de que esto facilitará el parto a las que están encinta, y de que podrán quedar embarazadas las que no tienen hijos”, Iulius Caesar, LXI, 1-2.
Si Juvenal y Servio concuerdan con Plutarco en las manos golpeadas, Ovidio dice que las jóvenes: “ofrecen las espaldas para ser golpeadas” a los lupercos, como se celebra aún en rituales de iniciación de guerreros en varias tribus de África. Mientras los varones saltan sobre varios toros (juntos en batería, como el cavall fort o churro, mediamanga...) dos veces, sin tocar el suelo, para ser aceptados como guerreros, las muchachas se empujan y compiten por recibir vergazos, como muestra de valor a la hora del parto, aunque les dejan luego profundas y perennes cicatrices.
Hemos de destacar la semejanza de estas cicatrices con aquellas producidas en los árboles para recolección de sus jugos, como el maná del fresno, el zumo de abedul, la resina del pino o la mirra.
El teñirse de sangre la faz los lupercales –o el emperador durante su triunfo- y la risa forzada de los niños (al emperador triunfante se le supone feliz) es símbolo del éxtasis embriagador producido por la seta que, filtrada en lanas y mezclada con leche de yegua, tomaban en el ritual antiguo los jóvenes arios, en su iniciación como lobos o guerreros.
 

Es el zumo del soma, haoma o amanita muscaria. Existían dos colegios de Lupercos, el de la gens o clan de los Fabios, que instituyeron las fiestas (Fabiani; Fabii en Ovidio) y los Quinctilii o Quinctiales (Quintilii en Ovidio). Al linaje de los primeros perteneció el Fabio Máximo que se enfrentara a Aníbal en Italia (s. II ane.), comparado a Pericles por Plutarco, y el calagurritano Marco Fabio Quintiliano, en quien tal vez se unieron las dos familias que procedían de Rómulo, Remo, Eneas y Ankises.
La gens Quintilia, o los Quintilii, eran una antigua familia patricia de Roma, de la época de Rómulo, y Quintilis era el mes de julio antes de que César le pusiera el nombre de su familia, Iulia.
El jefe de los Lupercos era en la antigüedad el Quintilius, y a este clan pertenecieron Quintilio Varo, amigo de Horacio, o el dicho Marco Fabio Quintiliano, rétor nacido en el año 42 en Calahorra, autor De institutione oratoria, y muerto en Roma el año 118 dne.
Quirino era el nombre de Rómulo tras su muerte y “subida a los cielos”, y un sobrenombre del dios Jano, Ianus, de los inicios, los umbrales, la guerra y el mes de enero.
Algunos relacionan esta división con las familias de los Potitii y los Pinarii y el culto dorio a Hércules –a cuyo linaje pertenecían Eneas y Evandro- en el Ara Maxima. Este culto evocaba la derrota del ladrón Caco, identificado con el Vesubio y seguramente con la fundación de Herculano y Pompeya: “antigua, vieja”.
 

Es precisamente esta derrota del sanguinario volcán, gigante que, como sus parejos Ullikummi, Illunkaya o Tifón, mantiene aterrorizados a los arcades o arcadios de Evandro ya en tierra itálica, por obra del “joven Tirinto”, Hércules hijo de Anfitrión y Alcmena[1], lo que celebraban Evandro y sus parientes con juegos y representación teatral del mito, cuando Eneas arribó a su tierra aconsejado por el río Tíber.
 

Canta Publio Virgilio: “Era Vulcano el engendrador del monstruo, vomitador de llamaradas negras, que se movía con su masa gigantesca. Y, cuando al cielo apeteció, una añorada edad nos trajo el auxilio con la llegada del dios: pues estaba aquí Alcides (Hércules), el máximo vengador, lleno de la gloria de los despojos y por la muerte insigne del triforme Gerión; y pastaba aquí, vencedor, grandes y gruesos bueyes, valle y río llenaba su ganado. Pero... el ladrón Caco (hermano de Caca), cuatro hermosos bueyes se lleva y otras tantas graciosas terneras”.
Tras dura lucha Hércules vence a Caco: “que vánamente vomitaba llamas en la oscuridad... Desde entonces empezó a celebrarse esta fiesta en honor de Hércules, perpetuada por las generaciones agradecidas, habiendo sido Poticio su fundador; y la familia Pinaria, custodia del sacro rito hercúleo, erigió en el bosque ese Altar Máximo, que siempre será el más grande para nosotros... Ceñid de ramaje vuestras cabelleras, invocad a vuestro numen y libad vinos sin duelo, dijo Evandro, y el álamo (blanco) consagrado a Hércules veló con sus hojas de dos colores la cabellera del héroe y pendió en guirnaldas de sus sienes; la sagrada copa llenó su mano y al punto todos alegres hacen en las mesas libaciones y elevan preces a las deidades... Todo el bosque resuena con el estrépito de los cantares, que el eco repite en los collados”.
 

El astuto Caco conduce al ganado por el rabo hasta su cueva, dejando huellas que desconciertan a los pastores. La famosa y críptica cita de Mitras como ladrón de bueyes acude a sugerir, en el mito de Caco o en el de Hermes y su hijo Pan Likeo, una superposición de anécdotas y tradiciones.
De hecho, las mismas Lupercalia revelan su carácter sincrético, por lo atávico y anticuado que el ritual ya resultaba en aquella época. Así se lo explica Evandro a Eneas: “Faunos y ninfas indígenas habitaban de antiguo estos bosques, poblados por una raza de hombres nacidos de los duros troncos de los robles, sin costumbres ni cultura alguna; ni sabían uncir toros al yugo ni allegar hacienda ni guardar lo adquirido; los frutos de los árboles y la caza les daban un desabrido sustento. Saturno (Kronos) el primero vino del etéreo Olimpo a estas regiones (el Lacio latino, de latus: oculto, escondido), huyendo de las armas de Júpiter...”. 


Los propios arcadios pasaban por ser indígenas helenos, pero mucho más antiguos que aqueos y dorios: “Según dicen, ya antes de que Júpiter naciese, los arcadios eran dueños de sus tierras. Aquel pueblo era más viejo que la luna (poselhnoi). Su vida, similar a la de las fieras, no se veía perturbada por ninguna necesidad. Era gente zafia y desconocedora aún de las artes. Como casas no conocían más que la hojarasca; en lugar de trigo, la hierba; y el agua que bebían en las palmas de sus manos era para ellos un néctar. Ningún toro jadeaba bajo el curvo arado, ninguna tierra estaba bajo el dominio del agricultor. Todavía no se hacía ningún uso del caballo: cada uno se transportaba a sí mismo. La oveja iba aún con el cuerpo revestido de su lana. Subsistían bajo el cielo abierto y llevaban los cuerpos desnudos avezados a soportar las duras tormentas y los vientos. También hoy día los lupercos desnudos testimonian el recuerdo de la antigua costumbre y dan fe de cuáles eran las riquezas antiguas”, (Ovidio, Lup.). Virgilio (Eneida, III) afirma: “Desnudos y ungido de aceite el cuerpo, nuestros compañeros se ejercitan en las luchas nacionales”, como sucedía en los rituales de iniciación tribales de Grecia, Egipto, Escitia y Mesopotamia (Christus, gr. kreistos: ungido, que ha recibido la unción, chrisma). Chryses era, según Ovidio, un sumo sacerdote de Apolo, padre de Astinome, llamada Criseida. (Chriseus: de oro).
 

Es importante el que el día 11 de febrero, dos días antes de las Lupercales, se celebraba el “Orto del Guardián de la Osa” (Arctofílax, “Guardián de la Osa”, la estrella Arturo, en la constelación del Boyero o Bootes). La Osa Mayor se identificaba con la ninfa Calisto, violada por Júpiter y convertida por Diana en Osa (Arctae), en castigo por haber perdido su virginidad.
Tanto Columela como Ovidio (ca. 40 dne.) ubican el orto de Acuario (primero Ebe, esposa de Heracles, y después Ganímedes) el 5 de febrero, comenzando su aparición el 18 de enero. Sobre la importancia de la estrella Arturo y su constelación, Bootes o el Boyero, en la vida agrícola romana más antigua, da constancia Virgilio en las Geórgicas:
“Además, debemos nosotros, los labradores, tener en cuenta la estrella de Arturo y los días de las Cabrillas y el brillante Dragón[2], tanto como los que se dirigen a su patria por los borrascosos mares arrostrando el Ponto y los ostríferos estrechos de Abidos (hoy Gallípoli en el Helesponto). Cuando el signo de Libra iguale las horas del día y las del sueño (equinoccio de otoño) y divida el mundo por mitad entre la luz y la sombra, haced trabajar a los bueyes... También confiad a la tierra la simiente del lino y la adormidera, consagrada a Ceres, y darse prisa para poner mano en el arado... Bootes, al ponerse, te dará claras señales: da entonces principio a la siembra y hazla durar hasta mediada la estación de las escarchas”.
 

Que este mito forma parte de una enseñanza secreta y mistérica muy antigua nos lo confirma el mito de Arcas, hijo de Júpiter y la ninfa Calisto, y padre de la raza de los arcadios de Evandro. Tras su muerte fue elevado al cielo como constelación. Arcti: Arctos y Arctae (Virg.) son las dos osas (Ursa, ae[3]) para los romanos, la Mayor y la Menor, vigiladas por Arctofílax, "el protector de la osa", la constelación del Boyero y su actual estrella principal, Arcturus o Arturo.

Detalle de un tapiz de La Seo de Zaragoza de la serie "Los meses" (s. XVI) donde aparece representado el dios Jano, tal y como era usual, con los dos rostros como señor de las puertas y los inicios, así como de la guerra, con el Ouroboros o Abraxas y Zarván Akarana, el demiurgo primigenio y símbolo del cielo y la ruta zodiacal anual en la mano izquierda, y dos llaves que, como su representación análoga a la carta de El Mago y número 1 del arcano mayor, tiene un simbolismo secreto para uso de iniciados, entre otros, el Arjó astronómico del año -'principio, inicio'- o lábaro de los mitraistas arrianos.


Licaonis, hija de Licaón, es otro nombre o apodo de la ninfa Calisto. Lykaón, rey de la Arcadia, fue convertido en lobo por Zeus. Arca era el ataúd y el cofre, y arcano: “secretamente, de modo misterioso”, en lat.
Fue el rey Eleno o Heleno “quien del nombre de Caón, troyano (frigio), ha llamado Caonia a todo el país sometido a sus leyes y Pérgamo e Ilión al alcázar construido sobre este monte”, Virg.
El lycaón era una especie de lobo común en Etiopía.

El día siguiente, dentro de las fiestas lupercalias, se celebraba la gesta de los 306 Fabios muertos “bajo las armas de los veyentes” en una emboscada en 18 de julio, cuando iban a defender Roma (Veyes: ciudad etrusca a 18 kms. de Roma, sometida en 396 ane. por Marco Furio Camilo. Virg. XXXI).
Salieron los Fabios de Roma por la puerta Carmenta[4]: “después que el senado, reunido en el templo de Jano (Ianus), tomara la decisión de que salieran...”. “Un solo día había enviado a la guerra a todos los Fabios; a la guerra enviados los vio perecer también un solo día”.
Sólo un niño, enfermo, sobrevivió en su casa, y de él descendería el celebrado Quinto Fabio Máximo Cunctator que se enfrentó a Aníbal. Latinos, sabinos y etruscos formaron el pueblo de Roma y se llamaron tribus, cada una con diez curias, pues el campo romano se había dividido en tres (número de la Diosa Blanca), uno para los Ramnenses de Rómulo; otra la de los Lúceres, de Lucumón, y la tercera los Titienses, de Tatio.
 

Como en el caso escita de los tres hijos escitas de Targitao, representan las tres funciones clásicas: sacerdotes-maestros, guerreros-pastores y labradores-artesanos.
Los etruscos, también llamados tuscios, tirrenos (Plu. Turrhnwn) y lidios (de Lydia, Anatolia), se repartían en doce ciudades, regidas por un lucumón (lucus: bosque sacro); su capital era Mantua y ocupaban parte de la Liguria y el país entre el Tíber y los Apeninos.
Entre los etruscos Carun era Kronos; Tin: Júpiter; Turan: Venus; Maris: Marte; Uni: Juno; Menerva: Minerva; Hercle: Hércules; Aplu: Apolo; Artume: Ártemis.
La tribu sabinia, procedente del nordeste del Lacio romano, de la ciudad de Cures (Corese) se estableció en la colina que llamaron Quirinal y se unió a los romanos, dando nombre a los ciudadanos de Roma, quirites, y origen al derecho y la propiedad del ciudadano (quiris) privado (gr. idiotes), al margen de lo militar.
Latino fue el rey del Latium, Lacio, cuya hija Lavinia, aunque prometida a Turno, jefe de los rútulos, desposó Eneas, hijo de Ankises el troyano. Eneas fundó después la ciudad de Lavinia (Lavinium).
Los Thyrridae eran los hijos de Tirro, mayoral de los pastores del rey Latino.
Laverna era una diosa de los ladrones, que tenía un ara junto a la puerta Lavernal.
Lato (gr. Letó) era la misma triple diosa como Latona (gr. Lató), madre de Apolo (Latoides, Latoius, Latous) y Diana (Latoia, Latois, Latonia). Si Apolo tenía también el atributo de lobo, Lykaón, uno de sus hijos era Lykoreus o Lycoreo, "joven lobo, lobato", habido con la náyade Lycorias ("lobita").

(De "Los Lobos del Cielo").

Notas:
[1] Alcmena, “Fuerte en la ira”, era, según Graves, un título micénico de Hera, esposa de Zeus. Heracles: “Gloria de Hera”(Vol. 2, 118, 2).
[2] La hierba Dracontea o Dracontium es la Serpentaria o Beleño, también typhonios, de uso muy peligroso y silvestre en la península ibérica.
[3] Hung. göncöl, goncolszekér: Osa Mayor, Carro, Septentrión (Gonçalvo, Gonzalo: "hijo de la Osa Mayor, o del Carro, o del Norte": hiperbóreos de Heródoto).
[4] Madre de Evandro, la diosa Ker o Ma Caria (Coria) de la poesía profética, dríada del nogal. Los Fabios descenderían del arcadio Evandro y éste de Hércules Anfitrión (uno de los antiguos héroes que llevaron este nombre). Cicerón cita al maestro Marco Fabio Quintiliano y le ubica en la gens o familia Ancharia, que era el nombre de una muy, según la advocación particular de estos clanes, antigua diosa del destino Némesis o Carmenta. Plut., en Fabio Máximo, dice que Fabio venía de fodio, un hoyo especial para la caza.

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