El opulento imperio, avaro y embustero, nipón y sus esclavas sexuales


Lee Ok-sun, que en la actualidad tiene 79 años, relata que la mayoría de las esclavas sexuales tenían "entre 14 y 17 años" y eran obligadas a "servir entre 40 y 50 hombres al día": "Como era imposible atender a tantos hombres, protestaba y me golpeaban. Si una mujer se negaba, le cortaban el cuerpo con un cuchillo. Algunas chicas eran apuñaladas, algunas enfermaban y morían. Fue una experiencia dolorosa".

Su número podría haber ascendido a 200.000 mujeres, y entre ellas había chinas, coreanas, taiwanesas, indonesias, tailandesas, vietnamitas e incluso japonesas, holandesas y australianas.

En los momentos finales de la guerra, Japón destruyó toda la documentación que pudo sobre el tema, pero Yoshimi Yoshiaki -autor de Esclavas sexuales. Esclavitud y sexo en el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial-, descubrió en 1991 documentos oficiales que demostraban su existencia y que obligaron al gobierno japonés a tener que aceptar –aunque sólo parcialmente- que la esclavitud sexual había sido una realidad. Amnistía también pidió a Japón una compensación para las esclavas sexuales

Amnistía Internacional ha pedido también al Gobierno japonés que acepte toda su responsabilidad por los crímenes cometidos contra las esclavas sexuales, antes y durante la Segunda Guerra Mundial, en un informe titulado "Todavía a la espera después de 60 años: Justicia para las supervivientes del Sistema de Esclavitud Sexual de Japón".

AI denuncia el "trato brutal" recibido por las esclavas sexuales y "las excusas dadas, durante los años transcurridos desde entonces, para rechazar la responsabilidad de su sufrimiento".

Más de 200.000 mujeres fueron esclavizadas sexualmente por el Ejército japonés antes y durante la Segunda Guerra Mundial, muchas de las cuales menores de 20 años, entre ellas algunas con tan sólo doce: "El Gobierno japonés debe enmendar las equivocaciones de los últimos 60 años y conceder reparaciones completas a las supervivientes de aquel sistema horroroso de explotación sexual", dijo la directora de Amnistía Internacional para el Programa Asia-Pacífico, Purna Sen.

Las mujeres que han sobrevivido a aquella tragedia cuentan en la actualidad con edades avanzadas, pero un número indeterminado ha muerto sin recibir ninguna compensación o una disculpa pública adecuada del Gobierno japonés.

Durante años, el Gobierno nipón negó reiteradamente su responsabilidad en el sistema de esclavitud sexual militar y sólo lo reconoció cuando salió a la luz una evidencia clara del papel del Ejecutivo en lo ocurrido, según la organización con sede en Londres: "Las disculpas ofrecidas a las antiguas esclavas sexuales han sido inadecuadas, vagas e inaceptables", añadió Sen.

El informe cuenta el caso de una mujer de Corea del Sur, Lee Ok-sun, quien fue capturada cuando tenía 16 años y llevada a China, donde fue obligada a servir como esclava sexual.

El tema continúa siendo objeto de apasionado debate en el Japón, que pretende esconder sus vergüenzas tras la mentira y la rapiña, y ha envenenado sistemáticamente las relaciones políticas entre el imperio y los antiguos países ocupados, especial y actualmente China y Corea.

LAS ESCLAVAS SEXUALES COREANAS AÚN EXIGEN JUSTICIA A JAPON

Por Elisa Gahng
Las abuelas coreanas aún en vida que hace más de medio siglo fueron convertidas en esclavas sexuales por el ejército imperial
japonés esperan y reclaman desde hace muchos años una disculpa de parte del gobierno de Tokio y, con una creciente presión internacional, quizás puedan conseguir su objetivo.

Esas mujeres, ahora con edades que van desde los 65 hasta los 80 años, son conocidas como las ?mujeres para el placer? porque fueron forzadas a proporcionar "solaz sexual" a los oficiales japoneses durante la Segunda Guerra Mundial.
Eran más de 200.000 jóvenes mujeres, secuestradas de las regiones más pobres de toda Corea, y fueron mantenidas en pequeñas habitaciones en las que sólo cabía una esterilla sobre el piso donde servían como esclavas sexuales.

En tres años, esas jóvenes esclavas fueron violadas en promedio unas 7.500 veces y algunas hasta por 30 oficiales japoneses por día.

Después de todo lo que debieron sufrir imcluídas golpizas y hasta cuchilladas- y lo que siguen sufriendo a consecuencia de enfermedades sexuales trasmitidas por sus violadores, traumas sicológicos y alejamiento social y familiar-, esas mujeres quizás puedan obtener justicia antes de que les llegue la muerte.

No es que pidan mucho. Quieren una disculpa formal, reparaciones y una revisión en los libros japoneses de historia, a fin de que éstos incluyan una admisión de esta dolorosa verdad para que las jóvenes generaciones aprendan del pasado.

Su demanda de justicia comenzó en 1991, cuando un grupo de abuelas coreanas encabezado por Kim Hak Sun (1923-1997) finalmente rompió con el silencio y narró públicamente las trágicas históricas de sus integrantes. En una acción conjunta presentaron una demanda legal contra el gobierno japonés, para reclamar reparaciones por las violaciones de los derechos humanos cometidas por los militares japoneses durante su ocupación de Corea.

Con lluvia, nieve o sol y sin faltar ni un solo día durante años, esas abuelas protestan todos los miércoles frente a la embajada japonesa en Seúl. Hasta ahora el gobierno japonés se sigue rehusando a asumir responsabilidades e incluso niega la existencia de lugares para "solaz sexual" durante su ocupación del territorio coreano.

El gobierno japonés quizás fue hasta ahora capaz de ahogar las demandas de estas ancianas, pero con la creciente presión global que se está registrando sobre él es probable que cambien las cosas. Múltiples organizaciones internacionales, como la Convención de las Naciones Unidas para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra las Mujeres (CEDAW) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), después de extensas investigaciones han instado al gobierno japonés a presentar disculpas públicas y a asumir responsabilidades.

Incluso el entonces presidente de Corea del Sur, Roh Moo Hyun, se unió a este creciente coro mundial. En el año 2003 declaró: "Si Japón está enojado por el secuestro de sus ciudadanos por parte de Corea del Norte, el gobierno de Tokio debería pagar indemnizaciones a los miles de coreanos obligados a prestar trabajos forzados y a las miles de coreanas constreñidas a servir de esclavas sexuales por el ejército japonés durante la época de la guerra. Ésta fue una importante apertura de parte del gobierno sudcoreano, que antes había ignorado los reclamos de las mujeres sometidas a esclavitud sexual durante la Segunda Guerra Mundial, a fin de preservar las relaciones diplomáticas con Japón y de ocultar este vergonzoso capítulo de la historia coreana.

Las "mujeres para el placer" de Taiwán y Filipinas, junto con las coreanas, han presentado también en las Naciones Unidas una demanda oficial contra el gobierno japonés. Incluso Eve Ensler, la famosa autora de Los monólogos de la vagina, anunció una campaña global en apoyo de las "mujeres para el placer".

Lo que falta es que el gobierno japonés admita su responsabilidad. Algunos especulan que el gobierno de Tokio está esperando que las últimas mueran con la esperanza de que el movimiento perezca junto con ellas. De lo que no se da cuenta es que esas valientes abuelas han hecho que el mundo pasara del silencio a la resistencia. El movimiento es ahora demasiado amplio para que el gobierno japonés simplemente espere que se extinga.

El consenso global está y Japón debería hacer lo correcto y devolver a esas ancianas abuelas lo que su gobierno les arrebató hace tantos años: su dignidad.
(*) Elisa Gahng es profesora en la Universidad de California en Berkeley y
miembro del Women of Color Resource Center.

En agosto del año pasado Australia también acusó a Japón

Activistas de Australia quieren que el parlamento reclame al gobierno de Japón un formal pedido de perdón a las "mujeres de confort militar", eufemismo para designar a las jóvenes de Asia-Pacífico sometidas a esclavitud sexual durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Este sábado 15 se cumplirán 64 años del fin de la guerra, y también se celebrará el Día Internacional de Solidaridad con las Mujeres de Confort: "Lo que exigimos es una disculpa oficial, formal y reconocida", dijo Hannah Harborow, coordinadora de la campaña para poner fin a la violencia contra las mujeres en el capítulo australiano de Amnistía Internacional.

A los activistas les preocupa que las víctimas no vivan para oír esa disculpa ni recibir una compensación, y por lo tanto pierdan la oportunidad de reconciliarse con su traumático pasado: "El tiempo es acuciante, porque las sobrevivientes no estarán con nosotros mucho tiempo", enfatizó Anna Song, cofundadora y directora nacional de la organización Amigos de las Mujeres de Confort en Australia.

Esa entidad inició una campaña dirigida a los parlamentarios, mientras que Amnistía lleva a cabo otra para enviar mariposas por correo postal y electrónico al primer ministro australiano Kevin Rudd.

La mariposa es el símbolo que eligieron las sobrevivientes en representación de la esperanza. Las campañas fueron organizadas para coincidir con el Día Internacional de Solidaridad con las Mujeres de Confort.

Song espera que miles de firmas y mariposas sean entregadas en breve a los representantes políticos de Australia y que estos respalden el sentir popular: "Es la etapa de movilizar (el apoyo) para obtener resultados políticos", dijo.

Holanda, Canadá, EE.UU., el Parlamento Europeo y la ONU han instado, inútilmente, al criminal imperio nipón

Mociones similares fueron aprobadas por las cámaras bajas de Holanda, Canadá y Estados Unidos, así como por el Parlamento Europeo. En noviembre del año pasado, el Comité de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) también urgió a Japón a disculparse.

Japón, por su parte, señala que ya adoptó medidas para expiar los pecados del pasado. Por ejemplo, las disculpas de la declaración de 1993 del entonces secretario jefe del gabinete Yohei Kono -ahora conocida como la "declaración Kono"- y el establecimiento, en 1995, del Fondo para las Mujeres de Asia destinado a entregar una compensación financiera a las víctimas.

Pero el gobierno de Japón ha sido acusado de intentar evitar toda responsabilidad por el trato que sus militares dieron a las mujeres en la Segunda Guerra Mundial, culpando del reclutamiento forzado de mujeres a los agentes privados que actuaban en nombre de las Fuerzas Armadas.

Un informe de 1998 elaborado por el Comité de Derechos Humanos de la ONU observó que, si bien hubo un pedido de perdón, "el gobierno japonés niega (su) responsabilidad legal por la creación y mantenimiento del sistema de 'estaciones de confort' y mujeres de confort utilizadas durante la Segunda Guerra Mundial".

Harborow dijo que las disculpas no fueron reconocidas por la comunidad internacional porque no se realizaron de modo formal.

La declaración Kono "no fue aprobada por la Dieta",el parlamento japonés, señaló a IPS: "Fue hecha por un individuo, y tampoco estableció claramente el rol del propio gobierno japonés en el sistema", agregó.

En Australia, la cuestión adquirió mucha difusión, principalmente gracias a los esfuerzos de Jan Ruff O'Herne, que fue forzada a trabajar como esclava sexual en un burdel militar de las entonces Indias Orientales Holandesas (hoy Indonesia) por los japoneses invasores.

Luego de ser prisionera durante dos años en un campamento junto con su familia, a O'Herne, que ahora vive en la meridional ciudad australiana de Adelaide, la colocaron en una fila con otras jóvenes de 17 o 18 años.

Tras ser inspeccionada por los oficiales japoneses, fue seleccionada y trasladada en un camión a una casa colonial holandesa que se usaba como burdel militar.

Durante 50 años O'Herne guardó silencio sobre las violaciones y abusos que tuvo que soportar en los tres meses en que los que fue esclavizada.

Habló por primera vez de esas experiencias -tanto a su familia como al público- a comienzos de los años 90, luego de ver por televisión a mujeres coreanas que habían vivido experiencias similares exigiendo una disculpa y una indemnización de Japón.

Aunque no hay otras australianas o residentes en este país que se hayan identificado como ex esclavas sexuales, la hija de O'Herne, Carol Ruff, dijo que el pedido de perdón y el ofrecimiento de una compensación del gobierno japonés ayudará a cerrar un capítulo a su madre, así como a "devolverle la dignidad perdida".

Pero ahora que O'Herne está por cumplir 87 años, a su familia le preocupa que no llegue a vivir para ver ninguna de las dos cosas.

Aunque Japón no dé los pasos requeridos a tiempo, como O'Herne, Ruff insiste en que una resolución del parlamento australiano tendrá impacto en Japón y que la batalla por la justicia continuará: "Este asunto no se termina con nuestra madre. Nosotros, sus familiares, seguiremos luchando por la justicia para estas mujeres. La apoyamos y compartimos el dolor con ellas", dijo.

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